
Según las Florecillas de San Francisco,1 el lobo de Gubbio era un canino feroz que asolaba la ciudad italiana de Gubbio, situada en Umbría, en la actual provincia de Perugia. De acuerdo con la narración, este lobo europeo era un depredador que había devorado tanto animales como personas. Presentaba tal ferocidad que nadie se aventuraba siquiera a salir de la ciudad. Francisco de Asís, movido por su compasión a los habitantes del lugar, actuó motu proprio sin que solicitaran su intervención: buscó al lobo y lo conminó en nombre de Cristo a no hacer más daño a nadie. Apenas el «santo de Asís» trazó la señal de la cruz, el lobo cerró la boca, dejó de correr, se acercó mansamente, y se echó a sus pies. Conducido por Francisco hasta la ciudad, el lobo vivió en ella durante dos años hasta su muerte por vejez. En alusión a este episodio, el lobo aparece en ocasiones como un emblema de Francisco de Asís,2 y el conjunto del santo y el lobo se observa en variadas representaciones iconográficas. La riqueza simbólica del relato se refleja en la multiplicidad de análisis y reelaboraciones de que fue objeto.
En el imaginario occidental, el lobo es el animal feroz por excelencia, símbolo de salvajismo.3 Fue temido en la Edad Antigua, Media y Moderna. En el Medievo llegó a compararse al lobo con el diablo. Aunque en general el lobo tiene carácter tímido en su trato con los seres humanos, es posible que el simbolismo antedicho haya tenido como germen la ocurrencia de ataques reales. Por ejemplo, se conservan diversos informes eclesiásticos y administrativos procedentes del norte de Italia que indican que 440 personas murieron por ataques de lobos entre los siglos XV y XIX, producidos en la llanura padana, la zona central del valle del río Po.4
En referencia a Francisco de Asís, existen narraciones en las que los lobos se amansaban ante su presencia en dos poblaciones, la de Greccio y la de Gubbio.
Mucho se ha escrito sobre la historicidad y el significado del relato del lobo de Gubbio. Puede tratarse de una transposición poética de la liberación del azote de los lobos que las fuentes bibliográficas sitúan en la comarca de Greccio. El contenido del sermón del Santo es idéntico en las dos comarcas. O podría ser una ampliación dramatizada de otro hecho conservado en la Legenda S. Verecundi: Francisco va con un compañero, al atardecer, camino de Gubbio montado en un borriquillo. Unos labriegos le advierten del peligro por los muchos lobos que merodean por la zona. «Y ¿qué mal he hecho yo al hermano lobo —replica el Santo-- para que quiera acometernos y devorar a nuestro hermano asno? Quedaos tranquilos y no paséis pena por nosotros». Y prosigue el camino sin tropiezo. Los autores de la narración vieron corroborada su tesis cuando hace algunos años fue hallado el cráneo de un lobo en el lugar que la tradición señalaba como la tumba de la famosa fiera.5Ildefonso Montero Agüera
Según Roger Sorrell, el incidente del lobo de Gubbio contiene expresiones similares a las creencias de Francisco. El santo, confiado en el poder que atribuía a Dios, se rehusó a temerle al lobo y lo confrontó con sus crímenes. El animal debería ser castigado pero el santo rectificó la situación haciendo un pacto de paz con el lobo.6
El relato es un ejemplo de la narrativa cristiana propia de la época antigua y medieval, que presentaba a santos como Francisco de Asís, Egidio Abad(al que se representa con una cierva), Herve el ermitaño,7 Pablo el ermitaño,8 y Antonio de Padua, patrono de los animales domésticos, ejerciendo influencia sobre el comportamiento de los animales o sobre la naturaleza.9 Desde el punto de vista del historiador, las Florecillas no necesariamente presentan los hechos precisos sino más bien el animus franciscano de los orígenes.10
Más allá del grado de historicidad de la narración, el relato es reconocido como un reflejo de las actitudes y del ideario vivido por el «santo de Asís».1
No obstante, en la iglesia de San Francesco della Pace en Gubbio —custodiada por la L'Università dei Muratori Scalpellini e Arti Congeneri—, reposan los restos de un lobo que la tradición ha identificado con el lobo de Gubbio del relato. Allí yace la piedra, utilizada actualmente como mesa del altar, sobre la cual Francisco de Asís habría predicado al pueblo de Gubbio y acordado el pacto de paz entre el pueblo y el lobo.11

No hay comentarios:
Publicar un comentario