Durante el siglo XX el internamiento de civiles por parte
de los distintos estados se fue haciendo cada vez más frecuente, y alcanzó su
clímax antes y durante la Segunda
Guerra Mundial con los Campos de concentración nazis (1933-1945). Se crearon campos de
concentración, de trabajo y de exterminio con el fin de mantener presos y
exterminar a judíos, disidentes políticos, homosexuales, gitanos, eslavos, testigos de Jehová, criminales comunes, republicanos españoles emigrados, discapacitados, y demás
colectivos calificados como «inferiores» o «traidores» por el ideario nazi.
Como
resultado de estos, el término «campo de concentración» ganó muchas de las
connotaciones propias del campo
de exterminio, y actualmente es usado muchas veces como sinónimo. De este modo,
el «campo de concentración», originalmente un eufemismo, ha sido reemplazado por
otros eufemismos como «campo de internamiento» o «campo de reubicación»,
independientemente de las circunstancias concretas de cada campo.
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